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lunes, 22 de febrero de 2016

Trabajando en la Reconciliación Personal


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Trabajando en la Reconciliación Personal
En la tradición y teología católica es una palabra con una gran riqueza, un sentido nuclear y central dentro de la espiritualidad cristiana

Autor: Humberto Del Castillo Drago | Fuente: Areté/ Psicología y virtud

1. La Reconciliación:
En primer lugar, veremos distintas ideas afines a la palabra reconciliación e ir precisando poco a poco su sentido y amplitud. Cuando se estudia un tema, es importante tener en cuenta que normalmente se busca su raíz etimológica, es decir, el "origen de las palabras", la razón de su existencia, significado y forma. En el caso de La Reconciliación, esta palabra viene del latín: reconciliatio, reconciliationis, que significa "restablecer la paz o la concordia", es decir: reunir a las personas desunidas. En la tradición y teología católica es una palabra con una gran riqueza, un sentido nuclear y central dentro de la espiritualidad cristiana; es más, en el Antiguo Testamento no se encuentra la palabra aunque sí su sentido.
Cabe anotar que que especialmente en la Biblia es el Apóstol San Pablo en sus cartas quien la utiliza. Para este santo la Reconciliación significa "cambiar, canjear". Adicionalmente, él asume la palabra reconciliación para indicar un evento fundamental de la historia: la salvación del hombre operada por Dios en Cristo (Figari, 1985). Por otro lado, San Pablo plantea la recuperación de la amistad perdida con Dios, siendo restaurada también por la iniciativa del mismo Dios, quien reclama la conversión del hombre y la proyección de dicha amistad en todas las relaciones del ser humano.
Continuando con la exploración del significado de la palabra "reconciliación", (Figari, 1985) la entiende como "apaciguamiento, paz, aproximación, concordia, acuerdo, pacto, arreglo, unión, armonía, reanudación, olvido, adhesión, amistad, compañerismo, continuación, conciliación, fraternidad, identidad, renovación, cordialidad, intercesión" (p. 10).
Juan Pablo II, por su parte, habla de la cuádruple reconciliación, que consiste en volver a encontrarse con Dios, con uno mismo, con los demás y con la naturaleza.
Teniendo en cuenta la exploración anterior, se puede preguntar ¿Por qué el hombre busca la reconciliación? El hecho es que existe una ruptura y la idea es sanarla reuniendo lo que está separado para recomponerlo. Se sabe que el hombre vive alienado, despersonalizado, enajenado y fuera de sí y el mundo donde habita actualmente afronta una crisis de valores. Del mismo modo, bajo esa superficie repleta de males y conflictos de la sociedad se encuentra una herida profundal que proviene del hombre mismo; y que a su vez tiene su origen en algo concreto: el pecado.
Esa es la ruptura que se puede identificar como central y fundamental en el corazón del ser humano y es necesario que sea sanada y reconciliada.
Para resumir, la reconciliación supone superar la ruptura radical que es el pecado (origen y raíz del mal y conflicto en el mundo). Así mismo, dirige inmediatamente al encuentro con el único que es capaz de recomponer lo quebrado: Dios. La reconciliación con Él es la fundamental, dado que a partir  de ella fluyen los otros niveles que son necesario de reconciliar: uno mismo, los demás y la naturaleza.

2. ¿Qué es la reconciliación con uno mismo?:
El ser humano puede realizarse en plenitud junto con Dios cuando logra satisfacer su nostalgia de reconciliación, como el impulso más íntimo de su mismidad. Puede ser feliz en la medida en que viva la unión y la reconciliación con Dios y él mismo. De hecho, la unión con Dios es tan esencial para la naturaleza que es la única manera de recuperar la semejanza divina perdida a causa del pecado.  Por eso, la reconciliación con Dios hace posible la reconciliación con uno mismo. Él invita a acoger esa reconciliación, por que el sacrificio de Cristo en la cruz tiene como propósito la reconciliación: «Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo» (1Pe 1,18-19).
La identidad del hombre que revela Cristo; es la única auténtica. Esto resulta evidente porque sólo en Él adquieren sentido tanto la vida, en todas sus manifestaciones, como también los misteriosos límites de la condición del hombre: el sufrimiento y la muerte.
Por lo tanto, la reconciliación con uno mismo consiste en poder desplegar adecuadamente nuestros dinamismos fundamentales. ¿Qué significa esto?  Que vivamos según los impulsos de permanencia y despliegue,   que los decodifiquemos adecuadamente según el Plan de Dios. Esto implica una lucha y combate contra el pecado; contra el hombre viejo y el demonio; implica lucha y crecimiento interior, viviendo así una existencia areteica (virtuosa). Es vivir el señorío de sí mismo y la maestría personal.  ¿Qué quiere decir esto? Significa vivir en armonía interior, en unidad interior, para que las tres dimensiones constitutivas apunten a la santidad y poder asemejarse día a día al Señor Jesús.
Para ello, es necesario un conocimiento integral de uno mismo, porque cuando el propio conocimiento personal busca la integralidad, miramos como Dios nos mira: objetivamente, con amor, misericordia y esperanza. Es decir, desde la verdad de sí mismo. Es importante recordar que el ser humano no está determinado a pecar, sino que está hecho para ser libre viviendo el amor y la reconciliación, que es el camino para ser feliz. Por ende, hay que entender que el ser humano está invitado a vivir la reconciliación en su vida cotidiana, está llamado a abrirse al don de la reconciliación en su existencia diaria. Se trata de vivir las cuatro dimensiones de la reconciliación en su vida.

3. Reconciliación de la propia historia:
Se considera fundamental mencionar que en la vida de la persona hay distintos hechos y acontecimientos que han generado heridas, que convienen ser sanadas y reconciliadas; pues de lo contrario, se convierten en un obstáculo para su crecimiento  espiritual, madurez afectiva y psicológica. Para lograr el proceso antes mencionado, es necesario abrirse a la gracia de Dios, poner los medios adecuados para que el Espíritu Santo pueda sanar y reconciliar el corazón humano.
Es importante mencionar que la reconciliación personal es un proceso que puede durar años, dependiendo el tema o del acontecimiento específico. Además, implica generar un proceso de aceptación de las heridas más significativas de la historia personal de cada individuo, así como las consecuencias de dichos hechos, que pueden tener incidencias en la vida actual de cada persona. Todo lo anterior resulta relevante para la realización personal de cada ser humano, pues permite que el ser humano crezca en libertad y amor. Como dice Philippe (2011) "No existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad; y así es exactamente. El hombre ha sido creado por amor y para amar, y solo pude hallar la felicidad amando y siendo amados". (p. 15)


Bibliografía:
Figari, L. F. (1985). ¿Por qué una teología de la Reconciliación? (1ª ed.). Lima: Fondo editorial.
Philippe, J. (2011). La libertad interior. (14ª ed.). Madrid: Rialp S.A.

 

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