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lunes, 25 de enero de 2016

¿Qué es la Psicoterapia de la Reconciliación?


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¿Qué es la Psicoterapia de la Reconciliación?
La clave fundamental para la psicoterapia de la reconciliación es el concepto de persona. Es el reconocimiento de la persona como misterio, como un ser bio-psico-espiritual.

Autor: Psi. Humberto Del Castillo Drago | Fuente: Psicología y virtud/ Areté

1. Introducción:

La clave fundamental para la psicoterapia de la reconciliación es el concepto de persona. Es el reconocimiento de la persona como misterio, como un ser bio-psico-espiritual. Siendo un ser para el encuentro, el amor y la comunicación.

La cita de Luis Fernando Figari en su libro Dignidad y derechos  humanos resulta una clave iluminadora para nuestra psicoterapia:

«El ser humano es persona, ser abierto a la comunicación, capaz de escucha y respuesta, de diálogo y comunión. El ser humano es una criatura abierta al encuentro y, habría que decir más, inmersa en el dinamismo del encuentro. Ante él, desde su libertad, puede responder en un sentido u otro, dependiendo su realización de la naturaleza de su respuesta. Este dinamismo siempre lo lleva más allá de sí, e incluso de aquellos semejantes a sí, en un hambre de infinito que respondiendo a su hondura más propia lo remite al único que es respuesta y que puede saciar ese hambre, a Aquel que es mayor significación: a Dios»  (Figari, p. 13).

La persona ES, pero no está hecha, no está acabada. La persona permanece y se despliega porque ama, sirve y se dona. Es lo más perfecto que existe en la naturaleza y como tal debe tratarse a sí misma y a los demás. Cada persona posee una identidad propia y particular, no hay dos hombres iguales en cuanto a su mismidad, a su ser más profundo.

De esta manera, nos aproximamos a la persona con respeto y reverencia; sabiendo que es un ser único e irrepetible. Desde nuestra mismidad, desde nuestro ser más íntimo no existe otro como nosotros. El ser humano es digno porque es hijo de Dios, criatura divina, creado a Imagen y Semejanza de Dios. Ha sido creado para vivir el amor y con una vocación particular; está invitado a vivir la libertad, es decir, la persona es capaz de optar, de elegir; entre lo bueno y lo mejor, entre lo bueno y lo perfecto.

Otro tema importante en la Psicoterapia de la Reconciliación es la mirada integral de la persona, la cual nos conduce a reconocer en ella tres dimensiones: lo corporal, lo psíquico y lo espiritual. Es importante decir que cuando hablamos de integralidad estamos hablando de las tres dimensiones de la persona, teniendo como fundamento la antropología cristiana, haciendo un contraste en lo que hoy se entiende como integral e integralidad.

Por esta razón, nosotros reconocemos la primacía e importancia fundamental del espíritu y de lo espiritual, aunque hay que aclarar que abordamos al ser humano inicialmente desde lo psicológico sin desconocer las otras dimensiones de su persona. Por eso hablamos de psicoterapia, porque intervenimos en el dolor o sufrimiento psíquico de una persona desde su integralidad y diagnosticando cuál es el origen de su malestar, problema o enfermedad.

En el caso de la psicoterapia de la reconciliación: Se empieza por lo psíquico. Por ejemplo, puede ser que llegue una persona que claramente el problema no es psíquico sino espiritual. Otro caso es el creyente o católico comprometido que le interesa un trabajo integral y no solamente psicológico.

2. Algunas claves antropológicas para la psicoterapia de la reconciliación:

2.1 La persona ser único e irrepetible:

El ser humano es un misterio inabarcable. Constatamos que muchas veces no lo entendemos y que en otras ocasiones hay quienes lo reducen a una parte o dimensión de lo que realmente es y representa.

Polaino en su libro Integrando la espiritualidad en la psicología (2011), hace referencia a que "cada ser humano es único, singular e irrepetible. En la historia de la humanidad no ha habido ni habrá jamás otra persona igual que ella" (p. 208).

Es importante entender que normalmente cuando un psicoterapeuta interviene en la vida y existencia de un ser humano está aproximándose a lo más sagrado e íntimo de la persona. La intimidad es lo que permanece en el interior de la persona, y es opaco e invisible a la mirada del otro, sea o no psicólogo.

2.2 La persona ser libre:

Si miramos la realidad más íntima y profunda del ser humano vamos a darnos cuenta que la libertad es el más grande don que pudo haber recibido éste, debido a que corresponde a su característica esencial de voluntad.

La vivencia de la libertad hace que cada persona se experimente como causa de sí misma, como el ser que se hace a sí mismo a partir de lo que ha sido dado. La libertad es también consecuencia de esa apertura de la persona. Por otra parte, no hay naturalmente, ninguna persona que sea autosuficiente. Somos seres contingentes y limitados, así que todos necesitamos de todos.
El hombre no ha sido creado para ser esclavo, sino para dominar la creación. La aspiración fundamental del ser humano es la aspiración a la felicidad, no existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad.

2.3 La persona, ser para el amor y ser amado:

Todas las personas quieren ser queridas y amadas. En todas las etapas de la vida es fundamental amar y ser amado.

Es clave recordar que la vivencia del amor es la que nos conduce a la felicidad. Por esta razón, estamos invitados a vivir el amor en la vida cotidiana. Amor a Dios, amor a nosotros mismos, amor universal a los demás; entendidos como caridad, como amor al otro, es decir, al prójimo.  

El tema del amor y de la afectividad es un tema fundamental en el ser humano y por tanto de la psicoterapia de la reconciliación. Hay muchos problemas y trastornos que se originan por la falta de amor en la vida de las personas.

2.4 La persona, ser para el encuentro:

"La persona es un ser irrestrictamente abierto" (Polaino, p. 196).

Ningún ser humano es un ser cerrado, al contrario, lo  natural es que la persona está abierta al diálogo y a la comunicación, a la entrega y a la donación. Somos seres hechos para el amor, el encuentro y la entrega generosa.

Polaino afirma que "la persona es un ser-para-otro" (p. 233). De este modo, la persona se realiza en la medida que se regala a los demás y se convierte en un ser para la donación. El ser humano se realiza y es feliz en la medida que se entrega a los demás como don, único e irrepetible.

"En cierta manera, la psicoterapia tendría que ir en esa dirección de abrir las ventanas que para una persona estaban cerradas o de ampliar los estrechos horizontes que, en esas concretas circunstancias, bloqueaban a esta persona" (Polaino, p. 214).

Es importante insistir que la persona necesita comunicar su ser íntimo, el cual es un ser dialógico que necesita del diálogo y de la comunicación para desvelar una parte de su interioridad. Esto es lo que sucede en la psicoterapia.

2.5. La persona, ser capaz de conocimiento racional y de conocimiento de sí mismo:

Gracias a la inteligencia y a la libertad, la persona puede abrirse a la realidad de otros seres. El ser humano está abierto a conocer la verdad, está invitado a saber quién es; buscar el bien y contemplar la belleza; está abierto al mundo y a otros seres humanos, con el objetivo de conocerse.

La psicoterapia de la reconciliación intenta brindar distintos medios para que la persona vaya poco a poco descubriendo quién es.

2.6. La persona, ser para la valoración y aceptación de sí mismo:
Definimos  la valoración de sí mismo como la visión integral y adecuada que cada cual tiene de sí mismo; es la aceptación  positiva de la propia identidad y se sustenta en el concepto de nuestra valía y capacidad de conquista personal.

Considerando lo anterior como una actitud, podríamos decir que ésta es la forma habitual de percibirnos, de pensar, de sentir y de comportarnos consigo mismos.
Cencini (1985) habla que una adecuada estima o valoración de sí mismo hace que nuestra seguridad y confianza en nosotros mismos crezca y ésto se vuelve fundamental para  afrontar  los compromisos de la vida y las relaciones con los demás. Sólo si se está  seguro de sí, el hombre puede verdaderamente darse y amar; o sea, abandonarse y donarse, sin necesidad de defensas y de apoyos artificiales de la propia identidad.

Entonces, todo ser humano está invitado a valorarse, a que lo valoren y valorar a los demás. La persona está invitada también a aceptarse, a que lo acepten y aceptar a los demás.

2.7 La persona, un ser en el tiempo:

La persona es, pero no está hecha, como se había señalado anteriormente. La persona no ha alcanzado su fin, así que tiene que hacerse. En ese hacerse a sí misma, a lo largo de su trayectoria biográfica, precisamente llega a ser la persona que es.

La persona está invitada a hacerse a sí misma en el tiempo. Éste es un proceso que no depende de la persona y tampoco está sometido a ella. De esta manera, enmarca y restringe el ámbito de la libertad de ese "ser en el tiempo".

2.8 La persona, un ser que es un fin en sí mismo:

La persona no es un medio sino un fin en sí  misma, es decir, el hombre existe como un fin en sí mismo y no simplemente como un medio para ser usado. La noción de fin en sí misma, preside, orienta, integra e identifica la totalidad de las realizaciones llevadas a cabo por cada uno.

3. ¿Qué es la Psicoterapia de la Reconciliación?

Para Cervera Enguix en el libro La salud mental y sus cuidados, psicoterapia es el tratamiento de una enfermedad psíquica, de un trastorno psicosomático o de una inadaptación, mediante métodos psicológicos.

En un sentido amplio la psicoterapia es un tratamiento de naturaleza psicológica que a partir de las manifestaciones físicas o psíquicas del sufrimiento humano, promueve el logro de los cambios o modificaciones en el modo de actuar, en la adaptación al entorno, en la salud, en la integridad de la identidad psicológica, y en definitiva, en el bienestar biopsicosocial de personas y grupos (Cabaynes-Monge, p. 453).

Profundizando en la idea de psicoterapia Polaino afirma que "el trabajo de los especialistas en salud mental consiste, fundamental y prioritariamente, en el servicio a personas con sufrimientos psíquicos, cualquiera que fuere su naturaleza" (p. 205).

Dicho de otra forma, la perspectiva que han de adoptar los profesionales de la salud mental es la exigida por su propósito de ayudar a la persona que sufre estos trastornos psíquicos.

Es relevante recordar el significado de un trastorno o enfermedad psíquica: Es el conjunto de síntomas psíquicos generadores de problemas en la persona y/o demás" (p. 82).

Por otro lado, a la mayor parte de las enfermedades no psíquicas las definimos por un conjunto de datos objetivos (signos) que suelen acompañar a una serie de quejas (síntomas) que tiene la persona.

Cabaynes dice que "la única manera de diagnosticar las enfermedades psíquicas es por las consecuencias que causan en quienes las padecen y/o en quienes les rodean. Si las manifestaciones psíquicas de una persona no le causan problemas ni se los causan a los demás, no es posible, en la actualidad, hablar de enfermedad psíquica" (p. 83).

Pero, ¿De dónde surgen estos trastornos o enfermedades psíquicas?

Hay que recordar que el hombre es criatura divina, hijo de Dios, creado a Imagen y Semejanza de Dios, invitado a decodificar adecuadamente sus dinamismos fundamentales y necesidades psicológicas; creado libre para vivir el amor y en reconciliación con su creador, consigo mismo, con los demás y la naturaleza. Pero también tiene la posibilidad de hacer mal uso de su libertad y alejarse de Dios. Alienándose y olvidándose de sí mismo, para romper también con el sentido de su vida.  A esa ruptura le llamamos pecado, que consiste en la herida fundamental del ser humano y desde la cual surgirán las demás heridas. Esa es la ruptura central que tiene que ser sanada y reconciliada. Así que es necesario que el hombre se abra a la dinámica de la reconciliación.

La reconciliación supone, en primer lugar, superar la radical ruptura que es el pecado, origen y raíz del mal y conflicto en el mundo. La palabra reconciliación nos remite inmediatamente a quien es capaz de recomponer lo quebrado. Nos remite a Dios, nuestro creador, y al Verbo Encarnado, el Señor Jesús Reconciliador.  Él dio la vida por nosotros, muriendo en la Cruz, salvándonos y entregándose como Don Reconciliador del Padre.

La reconciliación con Dios es la primera, es la fundamental y fondal. Es fuente y raíz de las demás dimensiones de la reconciliación.


Por otro lado, el ser humano está invitado a reconciliarse consigo mismo en la medida en que se conoce y encuentra el sentido de su vida, para renovar su existencia y encontrar la felicidad.

Otra dimensión de la Reconciliación es la reconciliación con los demás seres humanos; somos invitados a dejar el egoísmo para vivir el amor, servicio, donación y entrega. La cuarta dimensión de la reconciliación es la reconciliación con el cosmos o naturaleza, con el mundo y la sociedad.

Ya sabemos entonces que la herida fundamental es el pecado, también hemos recordado las cuatro rupturas fundamentales. Y ahora también se hace necesario mencionar que el pecado hiere las tres dimensiones de la persona; lo corporal, lo psicológico y lo espiritual. Así que podemos decir que se dan tres enfermedades, expuestas a continuación.

  • Enfermedades físicas.
  • Enfermedades psíquicas.
  • Enfermedades espirituales.

En este contexto, ¿Cuál sería el objetivo o la meta de la psicoterapia de la reconciliación?

La meta sería que la persona se reconcilie consigo misma, de manera que adquiera libertad para alcanzar la felicidad, abriéndose al amor y la reconciliación con Dios, los demás y la naturaleza.

Pero, ¿Qué queremos decir con esto?:

Para nosotros, psicólogos o desde el quehacer psicológico, hay que intervenir y sanar lo psíquico, y desde la integralidad de la persona ir llegando a las otras dimensiones. Por ejemplo a la espiritual.

Desde nuestro quehacer psicológico y para la psicoterapia de la reconciliación, primero es lo psíquico. Se trata de aliviar el dolor psíquico sin olvidar la integralidad de la persona. Y para lograr nuestro cometido se necesitará de una clave que será la reconciliación conmigo mismo. La cual no solamente es algo psicológico o psíquico, sino que implica la integralidad de la persona.

Puede ser que llegue una persona que claramente exponga un problema que no es psíquico, sino espiritual.  Otro caso es el creyente o católico comprometido que le interesa un trabajo integral y no solamente psicológico. Pero, la psicoterapia de la reconciliación busca la reconciliación con uno mismo de manera que nos vayamos liberando y sanando de nuestras esclavitudes. En un sentido más amplio implica a toda la persona, con todas sus dimensiones.

Es clave entender que  la reconciliación consigo mismo es una invitación a decodificar adecuadamente nuestros dinamismos fundamentales.  
Sabemos que los seres humanos poseemos los dinamismos de permanencia y despliegue y las necesidades de seguridad y significación. Pero, ¿Qué significa decodificar? Es un término que hace alusión al proceso de categorizar, vivir y desplegar adecuadamente.

Para desarrollar este proceso es necesaria la psicoterapia de la reconciliación, como una invitación a la vivencia areteica y virtuosa de la existencia humana; la vivencia de la Areté o virtud nos llevará a armonizar las tres dimensiones de nuestra persona. Se trata de unir y reconciliar nuestras dimensiones psíquica, física y espiritual. Se trata de equilibrar la mente, el corazón y la acción, reconciliando la inteligencia, la afectividad y la voluntad.

Es una invitación a la vivencia del señorío de sí mismo, la maestría personal. La cual no es otra cosa que el autodominio y el autoposesión. De manera que toda persona vaya avanzando en reconciliación personal, santidad de vida y semejanza al Señor Jesús.

4. La Intervención clínica desde la psicoterapia de la reconciliación:

"En cualquier terapia ha de haber elementos de tratamiento físico, de adiestramiento conductual, sobre todo, de educación de la persona" (p. 170).
Domínguez afirma que la salud, es estar progresivamente más cerca de la verdad sobre uno mismo y el trastorno y en la falsedad sobre la propia realidad. Por eso es que la psicología no puede limitarse sólo a la búsqueda de lo útil, de lo válido, de lo eficaz, sino de lo verdadero en cada persona.

A continuación se abordarán algunos puntos fundamentales para la intervención clínica desde la psicoterapia de la reconciliación.

4.1. Conocimiento integral y Aceptación:

Se trata de ayudar a la persona a rehacerse, a recuperarse a sí, a que pueda cambiar aquello que necesita cambiar (no en función de sus caprichos o deseos, sino en función de lo que más pleno le haga como persona).

Además, Domínguez afirma que "la psicoterapia es una ayuda o un impulso en el proceso de construir la propia vida personal" (p. 155).

Es importante decir que la psicoterapia no es solamente un tratamiento curativo o la aplicación de técnicas para eliminar síntomas. También se debe tener en cuenta que es una relación de ayuda y cooperación en la cual la persona comienza a encontrarse consigo mismo y a conocerse integralmente. En dicho proceso es fundamental la consciencia de sí mismo pero también la aceptación personal y la aceptación de su propia historia.

De esta manera, surgen ahora dos elementos fundamentales: Conocimiento personal y Aceptación de sí y de la propia historia. Éstos son importantes porque normalmente la persona tiene un conocimiento pobre de sí mismo y vive reduciendo su vida a una sola dimensión de su ser. Por ejemplo a lo físico, o a lo genital o, de pronto, a lo intelectual.

Sobre el tema de la historia y aceptación personal hay que decir que no es extraño también que la persona viva frustrada e infeliz porque no acepta algo de sí o una parte de su historia. Así que vive peleándose consigo mismo como consecuencia de no aceptarse tal como es. Viviendo triste, anclado en el pasado y ansioso esperando el futuro.

Sin lugar a dudas, se trata de aceptar el instante presente con actitud alegre y esperanzada. Se trata de vivir el amor y la libertad en el instante presente. Debido a que el ser humano siempre puede avanzar y crecer porque está invitado a la felicidad buscando abrirse al don de la reconciliación en su vida cotidiana.

Los temas previamente mencionados son fundamentales entre otras cosas, porque hay elementos que la persona no puede cambiar. Por ejemplo, el temperamento, los padres, la vocación, la propia historia, etc. Se trata entonces de que la persona se conozca, se acepte y despliegue todas las capacidades que posee, es decir, todo lo bueno que ha ido aprendiendo en el transcurso de su existencia.

El ser humano está invitado a abrirse a los distintos dones y regalos que recibe en su vida cotidiana. Es la persona quien se abre y se hace responsable. También es importante decir que el psicoterapeuta no puede suplantar los esfuerzos que hace la persona, tampoco puede decidir por él, sino que la psicoterapia ilumina pero no salva. Lo cual corresponde a que ayuda y coopera, pero simultáneamente es clave el esfuerzo y la apertura que realiza la persona.

4.2. Afrontar y enfrentar:

La persona está invitada a afrontar su vida, diferente a huir, fugar o escapar. Sin embargo, estamos muy acostumbrados a negar la realidad o a evadirla. Entonces se hace evidente afrontar y enfrentar el dolor o el problema que le ha traído a la terapia para no seguir huyendo o escapando.

En este contexto es fundamental que la persona logre un pleno contacto con la realidad, es decir, con la verdad de quién es, cómo vive en relación con lo circundante, con lo valioso. Con el fin de que la persona desarrolle un máximo de responsabilidad y creatividad en su vía personal y comunitaria, así como un máximo de compromiso (Domínguez, p. 158).

Es fundamental que la persona asuma responsablemente sus problemas. Si bien no siempre la tiene en los problemas que le llegan, sí en la actitud que toma ante ellos y en la respuesta que les da. En este sentido se trata de trabajar causas y consecuencias de determinado problema.

En este contexto hay otro tema importante, la percepción distorsionada sobre uno mismo, sobre los demás y el mundo. No se podrá trabajar en afrontar, enfrentar y aceptar la realidad o los problemas si no se trabaja desde la percepción de la realidad de la persona. Interrogantes como: ¿De qué manera está mirando la realidad? ¿Qué piensa de tal o cual situación? ¿Qué creencias tiene?  Se trata de ampliar la perspectiva sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo.

4.3. La Valoración de sí mismo o el Recto Amor de uno mismo:

La valoración de sí mismo o autoestima se puede ir modificando a lo largo de la historia personal, a través de distintos hechos que influyen en la valoración personal de cualquier ser humano.

La autoestima o valoración de sí mismo atraviesa de extremo a extremo el entramado que configura la trayectoria biográfica de la persona a lo largo de su vida. De aquí que sea un rasgo ciertamente vinculado a la personalidad, pero estable, consistente y fiable, dada su natural dependencia de cómo se lleve a cabo el desarrollo autobiográfico y los cambios de los factores contextuales de los que aquel depende (Polaino, 2008).

Toda persona que quiere trabajar integralmente en sí mismo y llevar adelante un proceso de reconciliación consigo misma y con el creador, está invitada a revisar su historia personal como un tema clave y, además será importante que revise y trabaje en su valoración personal. De esta manera, se trata que la persona se valore adecuada e integralmente. Llevándola a valorar auténticamente el mundo que le rodea.

4.4. Conocer y reconciliar la afectividad:

Se trata que la persona conozca y valore su emotividad y afectividad, reconociendo sus emociones más frecuentes para aprender a distinguir entre emociones y sentimientos. Por otro lado, crecer en madurez afectiva es una tarea ardua e importante para cualquier persona humana, debido a que ésta se encuentra invitada a amar y dejarse amar. También es óptimo trabajar en su afectividad y avanzar en la reconciliación de las distintas heridas afectivo-emocionales que existen en la historia personal de cada ser humano.

4.5. Fuerza de voluntad y comportamientos virtuosos:

Otro tema importante es el de la voluntad y la educación en comportamientos y hábitos virtuosos. Etimológicamente, voluntad procede del latín voluntas-atis, que significa querer. La voluntad consiste, ante todo, en un acto intencional, de inclinarse o dirigirse hacia algo, para intervenir en un factor importante: la decisión.

La persona que no tiene una voluntad firme tendrá un reto mayor en la vida, aun frente a las dificultades más pequeñas. Por este motivo, luchará sin éxito, sobre todo cuando tenga que enfrentar las adversidades de  los pequeños o grandes conflictos que la vida le presente.

Un aspecto determinante en la formación integral de la persona es la voluntad y su capacidad de luchar con tenacidad y perseverancia, fortaleciendo estas virtudes y evitando uno de los mayores obstáculos en el desarrollo de la voluntad, la procrastinación.

5. El Psicoterapeuta de la Reconciliación:

Resulta obvio decir que no basta con ser un buen psicólogo, sino que éste ha de contar con una sólida y adecuada antropología como marco de referencia de su actividad terapéutica.

En la base de la psicoterapia de la reconciliación como se mencionó al principio, está la antropología cristiana. Así que el psicoterapeuta será una persona única e irrepetible; cada sesión será también única, original y en un sentido imprevisible. De esta manera, estaremos ante el encuentro de dos seres humanos.

La sesión terapéutica es un encuentro personal y profundo de dos seres humanos. Se considera fundamental que el psicoterapeuta tenga profunda experiencia de la persona, de la suya y de la de los otros.

El psicoterapeuta ha de ser apoyo, fuente de posibilidades e impulso para el crecimiento integral de la persona que consulta, lo que significa que está invitado a generar un contexto que posibilite la expresión de la persona, su afectividad, sintiéndose comprendido, esperando siempre en su cambio y  mejora, evitando etiquetarle o desesperar de él.

El psicoterapeuta posibilita que la persona se encuentre consigo misma y según sus creencias y su vida de fe se vaya encontrando también con el creador.

Además, se trata de identificar y diagnosticar el dolor psíquico, es decir, sus causas y consecuencias. Interviniendo en dicho dolor desde una mirada integral de la persona.
El contexto de la acción terapéutica es la vivencia de la ARETÉ. El psicoterapeuta está invitado a vivir la areté y las virtudes que la implican. Por esta razón, es necesario recordar que el término original griego areté no tiene una traducción exacta al castellano; es un término "equívoco", pues posee muchos significados, tales como:

«El concepto de señorío de sí y armonía humana, de reconciliación de las facultades del ser humano en el sentido del dominio de sí, juntamente con este trasfondo, me parece que sindican maravillosamente el sentido de virtud, que transciende claramente el aspecto moral para convertirse en una novedosa categoría integral del ser humano, que la tradición chaminadeana ha ligado con el primer nivel del Sistema de Virtudes" (Figari, p. 3).

Areté significa entonces: Virtud, dominio de sí, auto posesión y maestría personal. Es la "Reconciliación de las facultades humanas".

«La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1803).

La areté involucra la recuperación de la unidad personal que implica la reconciliación integral  y nos lleva a realizarnos como personas, según nuestra naturaleza. Se trata de la unificación de la persona y de su capacidad para orientarse en la vida cotidiana hacia una determinada meta, superando las adversidades.

«Areté en términos cristianos es la virtuosidad. El ser humano que se dispone a lograr el señorío sobre sí mismo cooperando con la gracia divina que el Espíritu derrama en los corazones (ver Rom. 5,5), para abrirse plenamente al encuentro de Aquel que infatigable toca a la puerta del corazón esperando a ver quién le abrirá (ver Ap. 3,20). Los silencios son una de nuestras maneras —medio y expresión— de hacer concreta la virtud» (Huellas, Añadir a la fe, virtud II, ob. cit., p. 1).

Una manera concreta de vivir la virtud es viviendo los silencios. Los silencios de los que aquí hablamos no hacen referencia a una mera ausencia de ruido, sino a un señorío de nosotros mismos, a una maestría, a un orden de nuestras facultades, para encaminarlas hacia su recto uso y formar parte de un método de armonía interior (Pierce, p. 118).

El silencio, tal como lo entendemos no es sólo un momento o una actitud pasajera; es un estado armónico de las facultades humanas, un estilo interior y constante, que se evidencia en la conquista, la búsqueda y el reposo en Dios.

Domínguez en su libro Psicología de la persona se pregunta: ¿Por qué el terapeuta ha de hacer silencio? Para escuchar bien al acompañado dice, a su interlocutor. Hacer silencio significa escuchar. La escucha permite conocer el sentido, don y tarea. Solo desde el silencio interno, no interesado, no pragmático, contemplativo, se puede descubrir el relieve de lo real y el rosto de las personas que están ante él (Domínguez, p. 178).

Desde la Espiritualidad sodálite y desde el Sistema de Dirección Espiritual de San Pedro, son nueve silencios que estamos invitados a vivir: de palabra, de cuerpo, de mente, de memoria, imaginación y fantasía, silencio de pasiones o del corazón, de los bienes temporales, silencio de las manifestaciones del hombre viejo, de la voluntad y silencio del recto obrar.

En esta ocasión por razones de tiempo vamos a desarrollar los silencios de palabra y de cuerpo solamente.

Silencio de Palabra:

El silencio del que hablamos lo entendemos como maestría, es decir, como dominio de si, auto posesión.
Esta maestría o silencio va más allá de no hablar. Es el uso prudente del habla. No es sólo callarse. El psicoterapeuta está invitado a "hablar cuando quiera, pero querer cuando deba." Es decir, hablar en el momento justo y adecuado, interviniendo oportunamente y con prudencia.

El silencio de la palabra es una virtud que busca ordenar la facultad del habla por medio de la voluntad, encaminando su uso a lograr el señorío sobre sí mismo, y así poder ayudar a la persona que nos busca con un dolor psíquico determinado.
El silencio de palabra comprende dos dimensiones bien definidas:

El  autodominio del habla, cuya base es la capacidad de escucha. Hablar correctamente.

La práctica del silencio de palabra es ante todo una realidad activa. No se trata de permanecer callado sino de orientar correctamente el habla. Por eso podemos resumirlo en la frase: Habla cuando quieras, pero quiere cuando debas.
Este silencio es toda una pedagogía de voluntad.

Nos educa a no ser víctimas de automatismos y de hábitos no voluntarios en el hablar. Por otra parte, la práctica del silencio de palabra también tiene como base la prudencia y recto discernimiento para saber cómo y cuándo hacer uso del habla; de qué manera y con qué finalidad hablar o callar.

Silencio de cuerpo:

Consiste en poner mi cuerpo y sus signos bajo el imperio de mi voluntad, restaurando así su propósito original. Entendemos por signos cualquier gesto o movimiento exterior con el que expresamos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.

El silencio de cuerpo es una virtud que me permite conocer y gobernar mi cuerpo y sus signos, de manera que me sirvan en la psicoterapia y en mi desempeño profesional.

Sabemos que el lenguaje corporal es muy importante para la comunicación cotidiana y también en la intervención clínica o psicoterapéutica.

Además, mediante la voluntad dominamos o transformamos los movimientos innecesarios o desordenados para encaminarlos rectamente. Por la prudencia regulamos su oportunidad y su uso efectivo.

De esta forma, la vivencia del silencio de cuerpo presupone una visión positiva de nuestra realidad corporal.

Es importante recordar la íntima relación entre lo exterior y lo interior, de manera que lo exterior repercute en lo interior y viceversa. Hay, pues, actitudes o posturas que favorecen disposiciones interiores y, a su vez, disposiciones interiores que se reflejan en el porte exterior (Camino hacia Dios, p. 58).

La comunicación  es un aspecto fundamental  en la psicoterapia y la intervención clínica. Ésta no se limita solamente al aspecto verbal, sino que corresponde a su dimensión más importante. Pero el ser humano se comunica con todo su ser y, por lo tanto, también con todo su cuerpo, a través de sus gestos y signos. Inclusive, en muchas ocasiones un gesto puede ser más expresivo que las palabras.

Un tema fundamental en la comunicación es el aprender a escuchar. Los dos silencios anteriormente mencionados nos educan en la comunicación auténtica, existencial y adecuada; es decir en el hablar adecuadamente pero también en el escuchar con todo nuestro ser.

Polaino en su libro Aprender a escuchar dice: "Escuchar supone adentrarnos  y vivir en la morada del otro; instalar allí, aunque sea durante un momento, nuestra propia persona" (p. 211).

Escuchar es algo que no puede improvisarse. Implica un esfuerzo y disciplina interior por escuchar.

"Escuchar es de vital eficacia para el enfermo y el médico. El mismo quehacer clínico depende de ello. Tanto que sin la escucha atenta no creo que sea posible acción terapéutica alguna" (p. 211).

La escucha tiene efectos terapéuticos importantes, debido a que implica ver el mundo desde la misma perspectiva de quien habla, el mismo horizonte desde el que emerge su punto de vista. También consiste en tratar de ponerse en el lugar del otro, procurar vivir las vivencias del otro, hincar la propia vida del oyente en el corazón y el destino de quien habla.

Escuchar implica la apertura radical del otro y a lo que el otro afirma. Escucha quien entiende que lo sabe todo, que puede aprender del otro, que tiene cierta disposición para el cambio, que está dispuesto a desandar el camino de lo que ya ha hecho y rectificar su rumbo, que no se considera perfecto aunque añore la perfección, que reconoce que puede haberse equivocado y de acuerdo con ello, está dispuesto a pedir perdón (Polaino, p. 263).

De esta manera, la vivencia de la aréte y los silencios permiten al psicoterapeuta de la reconciliación disponerse y prepararse para escuchar y ayudar a la persona que acude a él con un dolor que muchas veces no puede identificar. Asimismo, viviendo la maestría personal se dispone ayudar al otro; viviendo la Areté se abre a la reconciliación en sus cuatro dimensiones y podrá ayudar al otro para que viva también una apertura a la reconciliación consigo mismo, con los demás, con el creador y con la naturaleza.

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Humberto Del Castillo Drago

 
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